Comienza la floración.
Ya ha llegado la época del año para los cultivadores de exterior en la que las plantas se empiezan a preparar para la floración. Con la reducción del número de horas de luz cada día, las plantas notan que se aproxima el otoño y se preparan para florecer y reproducirse. Son plantas anuales, mueren al finalizar la temporada, por lo que necesitan producir semillas para asegurarse la continuidad de la especie en los siguientes años.
Para estas fechas ya habremos separado los machos de las hembras tras haberlas sexado fijándonos en las preflores, y el ciclo vegetativo (o de crecimiento) estará llegando a su fin. Una vez llegados a este punto es hora de ir cambiando la manera de fertilizar las plantas. Hasta ahora lo normal era usar un fertilizante de crecimiento, rico en nitrógeno, y un estimulador de raíces disueltos en el agua de riego. Ahora es el momento de cambiar a los fertilizantes de floración, abonos ricos en fósforo y potasio, junto a estimuladores de la floración.
El distinguir unos de otros es muy sencillo y para ello nos basta con buscar en la etiqueta del fertilizante las siglas NPK acompañadas de tres números. Estas letras representan los tres elementos básicos en la nutrición de las plantas: nitrógeno, fósforo y potasio. Y los números, el tanto por ciento de dichos nutrientes que contiene el fertilizante. Por ejemplo, un abono de crecimiento como el Bio Grow de Biobizz sería N-P-K / 4-3-6. Esto quiere decir 4% de nitrógeno, 3% de fósforo y 6% de potasio. El mayor contenido en nitrógeno que fósforo nos indica que es un abono de crecimiento y no de floración. Sin embargo, por seguir con el mismo ejemplo, el Bio Bloom del mismo fabricante posee la siguiente composición: N-P-K / 2-7-4, fertilizante de floración por ser más rico en fósforo que en nitrógeno.
Una vez que sabemos la diferencia entre abonos de crecimiento y floración, deberemos empezar a cambiar la mezcla de agua fertilizada que usamos en el riego. Para ello basta con ir aumentando la dosis de abono de floración, a la vez que reducimos la del abono de crecimiento. La razón de esto es que la planta, al prepararse para la producción de flores y semillas de cara al fin de la temporada, cambia su nutrición. Aumenta el uso del fósforo a costa del descenso en el uso del nitrógeno.
Ésta será la forma de actuar en general, aunque siempre habrá de hacerse fijándonos en cómo reaccionan las plantas tras los riegos y actuar en consecuencia. Aumentando la cantidad de fósforo en los abonados y usando algún estimulador de la floración nos aseguraremos de mantener la salud y vitalidad de la planta hasta la hora de cortarla, lo que nos proporcionará calidad y cantidad en la cosecha.